La búsqueda de la intrahistoria más olvidada y remota de la villa es una tarea pendiente tanto, como la búsqueda del pasado mobiliario encabezado por las familias que fueron perdiendo el poder de antaño y su influenza con el paso de las épocas. Los avatares del tiempo, las guerras, la muerte y los fines de los vínculos familiares decimaron a los siglos que fueron superponiéndose unos sobre los otros desfigurando lentamente las memorias de los vecinos, la existencia de las familias más influyentes y sus moradas hidalgas. Aferrados a perder su identidad quedaron las piedras de las casas donde residieron como las últimas superviventes de los siglos pretéritos. Algunas de ellas llegaron a nuestros días desdibujadas y otras, fueron paulatinamente desapareciendo de sus situaciones originales, diseminando las piedras entre otras edificaciones y perdiendo el último ejemplo del patrimonio nobiliario de la villa.
Si mirasemos atrás con la suficiente suerte de poder vislumbrar lo que acontecía en nuestra villa durante los siglos que abarcan desde la Edad Moderna (1453-1789) hasta la Edad Contemporánea (1789-2015) observaríamos cómo en algún momento del siglo XVI o XVII la leyenda asociada a la historia del meco comenzaba su andadura desde aquella hasta nuestros días y en ese camino angosto, historias como las de las Casas-Torres de la villa comenzaban a surgir de los cementos. En la edad Moderna se edificarán dos de las edificaciones que perduraron durante siglos en la villa siendo el baluarte del poder de los señores, más bien, de prácticas feudales que ejemplos de modernidad. La Casa de la Torre de Balea y la Casa de la Torre de la villa de O Grove fueron las edificaciones más importantes y señoriales de la historia nobiliaria de la villa. La primera tendría como último señor al Maestro de Campo, Don Ramón Pardiñas Vilardefrancos y Taboada que naciendo en 1802 en tierras de Santiago moriría con 38 años en la primera guerra Carlista. Asolado por un batallón de enemigos le dieron muerte al pie de un árbol que le sirvió como último refugio antes de acabar ejecutado. Con él se abandonará también la Casa Torre de Balea convirtiéndose en pocos años en una completa ruina y llevando consigo al ataúd más de dos siglos de historia. Paralelamente, con el transcurrir de las décadas, las generaciones de O Grove perderán su imagen -esa memoria patrimonial que se va con cada persona mayor que nos deja- así como el lugar concreto de su radicación. Entre 1838 y 1876 la casa Torre de Balea va deshaciéndose hasta desaparecer. Por aquel año de 1876 solamente figurará como la casa más antigua del municipio la Casa Torre de O Grove. Aunque es arriesgado aventurarlo y precisa de mayor investigación para contrastarlo, esta edificación posiblemente sea la que hoy convive con nosotros de una forma desfigurada y agonizante cerca de las confluencias de las calles. Luis A. Mestre, Alexandre Bóveda, Pablo Iglesias y Castelao. El que podemos constatar hoy en día es la existencia de un trozo de la Casa (único Pazo existente en el municipio) acernada la mitad y que en algún momento del siglo XIX debió perder la torre que le da origen a su nombre. Este lugar pasaría de generación en generación hasta nuestros días denominándose como La Torre”.
La persona que iniciaría la construcción de la edificación y, por tanto del vínculo familiar, sería Xoaquín Fernández a principios del 1700. El inmueble está vinculado con el árbol genealógico de los Soutomaior-linaje por otra parte de las más antiguas e importantes de la Península Ibérica- lo que nos hace pensar que Xoaquín Fernández sea un descendiente de la línea genealógica de los Fernández de Soutomaior.
Los herederos de esta familia, por motivos que desconocemos, venderían la casa entre los años de 1852-1880 a un indiano que vino de Cuba. Este nuevo personaje, Luis Maestro Roig, edificaría la ambos lados del pazo sendas casas destinadas a la herencia de sus hijos, de las cuales hoy solamente podemos contemplar la que adquiriría Luis A. Mestre en 1891 la raíz de la muerte de su padre. El poeta Luis A. Mestre fallecería en 1921 y a finales de los años 30 del pasado siglo compraría la propiedad el conservero y polifacético emprendedor, Eugenio Escuredo Lastra. Hoy los vecinos de O Grove le llaman la Torre de Escuredo aunque ahora sepamos que la torre ya no existe ni nunca fue de Escuredo y ni siquiera de los Mestre.
Francisco Meis Durán, Investigador da Historia local grovense