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Qué ver
EL PROYECTO DE LA TOJA, DE VÁZQUEZ GULÍAS

EL PROYECTO DE LA TOJA, DE VÁZQUEZ GULÍAS

Qué ver

La biografía del arquitecto orensano Daniel Vázquez-Gulías Martínez discurre prácticamente entre la Primera y Segunda República, pues nació en 1869, a los pocos meses del triunfo de la Revolución de Septiembre de 1868, que puso fin al reinado de Isabel II, y falleció en 1937, en plena Guerra Civil. Su formación en la Escuela de Arquitectura de Madrid terminó un año antes del Desastre del 98 y su actividad profesional se inscribe cronológicamente en el reinado de Alfonso XIII.
La obra que habría dado más fama al arquitecto Vázquez Gulías fue sin duda el proyecto de La Toja en su doble dimensión urbana y arquitectónica. Sin embargo, la primera no se llevó a cabo según el pensamiento inicial y la segunda se ha visto alterada y destruida de tal modo que hoy resulta difícil reconocer en la isla el nombre de Vázquez-Gulías. A él se refería sin duda Ramón y Cajal cuando después de ponderar el marco natural de la isla de La Toja diciendo que allí había "creado la naturaleza salutífero y casi único manantial avalorado por un marco incomparable. Isla apacible bañada por la más bella de las rías gallegas, brisas fortificantes del mar perfumadas por las emanaciones balsámicas del bosque, temperatura siempre primaveral bajo un cielo limpio y brillante", añade que "el arte y la ciencia, trabajando en concierto, han realzado la obra de la naturaleza. Por esta vez La Toja ha caído en manos de hábiles orfebres, los cuales han puesto empeño en ofrecer al bañista, con
las excelencias de una instalación hidroterápica sabiamente organizada,
una residencia magnífica verdadero templo consagrado a la salud".
La génesis del proyecto del balneario en la isla de La Toja, frente a O Grove en la ría de Arousa (Pontevedra), resulta complejo pues da la impresión de haber sufrido muchos cambios de orientación no tanto, o sólo, el edificio del Gran Hotel como el proyecto de explotación general de la isla en relación con las salutíferas aguas. En este sentido, Daniel Vázquez-Gulías, que ya tenía experiencia, termal y balnearia en otros establecimientos como el de Cabreiroa, cerca de Verín y Carballino, llegó
a preparar un ambicioso y bellísimo proyecto que si bien hoy sería discutible por lo amplio de la intervención en la isla, desde el punto de vista teórico representa la mejor expresión de una ciudad balnearia como ciudad ideal de la salud. El proyecto de ordenación urbana de La Toja está, en efecto, a medio camino entre las utopías de la Hygeia de Benjamín Ward Richardson y la Franceville de Julio Verne, dos ciudades
cuyo pensamiento generador es la salud.
El plano presentado por nuestro arquitecto contempla la ocupación de dos tercios de la isla, dejando el tercio restante septentrional como coto y una pequeña playa. El Gran Hotel, designado en el plano como Palace Hotel, y la Fábrica de Sales y jabones son los únicos establecimientos que siguen ocupando hoy los solares inicialmente designados en dicho plano, ambos edificios rodeados de amplios jardines en el extremo sur de la isla. Un gran Boulevard con cuatro filas de árboles separan
esta zona noble del resto de las calles y edificaciones inmediatas. Más allá una geométrica división que intenta mantener la octogonalidad de sus calles, todas arboladas, donde lotes de tres superficies diferentes estarían ocupadas por villas ajardinadas. Como elementos singulares hay que destacar el Bosque central con sinuosos senderos vinculados a la trama urbana, una Granja con Lechería, el Hospital inmediato, la iglesia centrando una plaza al final de una de las calles principales, un Balneario Nueva Toja más modesto que el Gran establecimiento de baños situado junto a la Fábrica de Sales, el servicio de Hotel, un Restaurante y el Casino. Rodeando la isla un bello paseo y en los extremos del Boulevard un embarcadero, a los que hay que sumar un tercero en el eje que une la parte noble con el puente de O Grove, además de un cuarto ante la fachada principal del Gran Hotel. Hoy apenas queda nada de todo esto por no haberse ejecutado más que una parte muy pequeña de todo
ello y por haberse desvirtuado lo poco que se hizo. Ello no resta interés a la propuesta que de haberse ejecutado acrecentaría el ya rico patrimonio balneario gallego.
Destrucción y pérdida también al hablar del conjunto del Gran Hotel que, a su vez, sólo puso en obra uno de los dos establecimientos que flanquearían el pabellón central que albergaba el gran salón comedor. Tanto la Guía del bañista de La Toja como la imagen propagandística de la fábrica de sales, muestran un proyecto más amplio que el realizado finalmente. Con todo, las viejas fotografías nos muestran el distinto trato
dado a los dos edificios principales, el Hotel y el Pabellón del comedor. El primero absolutamente ecléctico después de haber pasado por un proceso de depuración y enriquecimiento desde la propuesta inicial firmada en 1901. Ésta resultaba muy cerrada sobre sí misma a pesar de unos curiosos añadidos aterrazados en hierro. Sin embargo, la imagen resultaba dura, tensa, hierática, en fin, algo muy distinto de lo que exigía una arquitectura en aquel lugar en el que la apertura y el diálogo con el paisaje resultaba ineludible. Un segundo proyecto atenúa esta impresión pero sigue siendo un edificio de imagen urbana que decididamente se corrige en la obra final con aquellas torrecillas-mirador en los ángulos del edificio, con largas terrazas y balcones concebidos como abiertos ojos sobre el bellísimo entorno. Soluciones eclécticas, discretos toques modernistas, cariátides comentadas por doña Emilia Pardo Bazán como "columnas bustos de mujer, venustos, con las manos arriba, como soportando gráciles la fábrica..." completaban este bello edificio en cuya planta baja se situaban los baños dejando para las habitaciones el resto de los pisos, todo con una distribución muy sencilla e igual sobre un pasillo longitudinal.
Distinto carácter, tenía el Pabellón del comedor con sus inmediatos salones de lectura y billar. El hecho de separar este ámbito del edificio del Hotel habla del cometido que desempeñó como espacio de relación que, retiradas las mesas, hacía las veces de salón de baile y música. Su mayor interés arquitectónico radicaba en el juego de escaleras de la fachada principal y en el modo en que se hacía llegar la luz natural al comedor central a través de dos niveles de huecos y de una vidriera cenital.
Desde el punto de vista decorativo el interior encarnaba un acabado ejemplo de ambiente modernista guarneciendo los arcos con festones y motivos vegetales, bellos antepechos de finos hierros en las galerías altas y una magnífica pintura mural con primaveral escena de grupos femeninos en medio de un verde paisaje en torno a un manantial, todo en clara alusión a este pequeño paraíso que fue La Toja.


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