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Leyendas
O BURRO DA TOXA

O BURRO DA TOXA

Leyendas

Suele ser habitual, cuando hablamos de lugares que suponen un hito en algún ámbito, que en sus orígenes se tienda a entremezclar la realidad con la leyenda. En la mayoría de las ocasiones se hace para engrandecer su prestigio, obtener fama o llamar la atención de posibles visitantes, puesto que las historias, cuanto más extraordinarias sean, más atracción provocan en la persona que las lee o las escucha, puesto que no debemos olvidar que la tradición oral hace que muchas de estas historias se vayan trasladando de generación a generación. El caso de A Toxa no supone una excepción.

Cuenta la leyenda que un campesino llevó a su burro, lleno de costras, mataduras y dolores, casi moribundo, a la isla con intención de abandonarlo allí hasta que muriese. Lejos de cumplirse el fatal pronóstico, la sorpresa llegó cuando, tras cierto tiempo sin visitar el lugar donde había dejado al burro, el hombre regresó y no solo observó que el animal no había muerto, sino que lucía un aspecto espléndido. La alegría era doble. Por un lado, el borrico se había recuperado y, por el otro, podía servir para trabajar en las tareas propias del campo, ya que en esta época los animales tenían un peso esencial en las labores agrícolas.

Impresionado ante este cambio drástico, el hombre comenzó a preguntarse qué es lo que había sucedido para que el burro se encontrase tan bien. Al cabo, se dio cuenta de que el animal gustaba de revolcarse en un charco fangoso del que brotaba agua a una temperatura muy alta.

A partir de ahí, la isla, que en ese momento no se llamaba todavía de A Toxa, sino de Louxo, experimentó una gran popularidad. La voz se corrió primero entre los vecinos y después pasó al alcalde. Se crearon los sucesivos establecimientos para tomar los baños, alcanzando, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, una preponderancia con la que solo podía rivalizar el también pontevedrés balneario de Mondariz, cuestión esta última que, al contrario que la historia del burro, no tiene nada de leyenda.

La escena evocadora de un animal que se cura gracias a las propiedades mineromedicinales de unas fuentes o aguas no es exclusivo de A Toxa, sino que se trata de una fórmula tradicional, similar a la que encontramos en otros lugares, tanto en Galicia como en el extranjero. Sin ir más lejos, en Mondariz se dice que el descubridor de sus aguas fue el párroco del lugar, Domingo Blanco Lage, quien, tras observar la curación de un perro tras haber tomado sus aguas, en 1862, se lanzó a analizarlas, probarlas y comprobar cuáles eran los atributos que la diferenciaban para que, de ese modo, los vecinos pudiesen conocerlas y aprovecharse de los beneficios para su salud.

Si de Galicia pasamos a Europa, veremos que el balneario británico de Bath, ciudad que se convirtió en el centro termal más visitado de Inglaterra durante el siglo XVIII, debía su fama a Bladud, un príncipe mítico leproso que fue expulsado de la corte por esa razón. Entonces, se convirtió en porquerizo y un día llevó a los cerdos cerca de donde brotaban las aguas del manantial. Algunos de ellos presentaban heridas, y cuando se revolcaron en los barros calientes, Bladud descubrió que las llagas comenzaban a desaparecer, por lo que el príncipe desterrado pensó en probar si ese remedio podría valer para su lepra. Se zambulló en las aguas, logró la sanación y en torno a ese lugar fundó la ciudad de Bath en el siglo IX a. C.

En el caso del burro de A Toxa, su historia traspasó ampliamente las fronteras de la isla y de O Grove, lo que se debió, en buena medida, a la escritora Emilia Pardo Bazán. En La Ilustración Artística del 4 de septiembre de 1899, doña Emilia publica en su sección un texto titulado “Salud en el fango. La Toja”, donde expone la leyenda del burro, que en su pluma puede leerse así:

Cuando en Andalucía quieren expresar la aridez y ruindad de un predio, dicen que sólo sirve “para revolcadero de un burro”. Pues bien: en la Toja se reconoció el tesoro que la isla contenía, por haber servido de revolcadero de un burro precisamente. Cuenta la leyenda que, en el Grove, aldeíta de la costa fronteriza, un aldeano poseía un borrico tiñoso, tan pelado y tan cubierto de costas y mataduras que daba horror. Apiadado su dueño, no queriendo matarle, le abandonó en la isla; y grande fue su asombro al encontrar a la vuelta de algún tiempo, un rucio sano, gordo y sin mácula, y al observar que el animal tenía costumbre de revolcarse en cierto charo fangoso, donde surtía un chorro de agua hirviente.

Emilia Pardo Bazán mantuvo una estrecha relación con A Toxa que no solo se plasmó en la narración de la leyenda del burro, sino también en visitas a la isla y en múltiples comentarios sobre ella, convirtiéndola, de esa manera, en una de sus embajadoras más ilustres. Consciente del tono elogioso que en ocasiones empleaba para referirse a la isla, Pardo Bazán anotaba que no tenía parte en la sociedad anónima que, a comienzos del siglo XX, se constituyó para explotar empresarialmente los recursos de A Toxa. Sus palabras, al contrario, provenían del cariño que tenía por esta región, y estaba segura de que cualquier persona que acudiese a la isla podría tener una opinión parecida, pues la mezcla entre la naturaleza, la tranquilidad y sus envidiables aguas termales hacía de A Toxa un destino único.

La relación de A Toxa con los burros no termina con esta leyenda, sino que se trasladó a la realidad y a la vida cotidiana de la propia isla. En el año 2011, el Concello de O Grove presentó ante la Consellería de Medio Ambiente de la Xunta de Galicia un documento titulado “Proyecto de conservación del Equus asinus en el monte de A Toxa”. El objetivo era poner en valor esta especie de burros “fariñeiros”, denominados así porque estos animales se encargaban de trasladar los cereales o la harina (“fariña”). En honor a la escritora que tanta fama le dio a la leyenda del burro, los dos primeros ejemplares que llegaron a la isla se llamaron Emilia y Pardo, y su primera cría, Bazán. Hoy en día continúa habiendo burros en A Toxa, por lo que se ofrece un reclamo más para aquellos visitantes o vecinos que deciden visitarla.

Más de diez años después de esta iniciativa, la Diputación de Pontevedra, en colaboración con el Concello de O Grove, promovió la elaboración de una escultura que conmemorase al animal que contribuyó tan decisivamente a dar fama a la isla y sus aguas. La inauguración de esa pieza de bronce del burro tuvo lugar en las inmediaciones de la capilla de las conchas la tarde del día 20 de febrero de 2023. Contó con la presencia de la presidenta de la Diputación de Pontevedra, Carmela Silva, el alcalde de O Grove, José A. Cacabelos, el escultor, Lucas Míguez, y el investigador local Francisco Meis. La escultura del burro, que aparece revolviéndose en el barro, en referencia al modo en que el animal se curó de las heridas que padecía, se halla a escasos doscientos metros de los pozos y manantiales que identifican a la isla de A Toxa. Se mantiene así, de manera física, el recuerdo de una leyenda que trató de explicar la proverbial riqueza de las aguas de A Toxa.


Bruno Padín Portela, Doctor en Historia