LEYENDAS

Historia

O MECO

Es la leyenda representativa de O Grove, quizá porque a sus habitantes se les conoce como “mecos” o “mecas”, a lo mejor porque la historia que vamos a contar es un episodio de resistencia y dignidad contra los abusos de poder, o tal vez porque simboliza muy bien la unión de todo un pueblo contra un enemigo común. Pero es que, además, con el nombre de Meco se conoce también a la figura que se quema en Carnaval cada miércoles de Ceniza en O Grove y más lugares de Galicia. Esta figura satiriza anualmente a un personaje público o a una determinada situación que haya tenido repercusión a lo largo de ese año. En el año 2022, por ejemplo, la ciudad olívica tuvo como protagonista al Covid-19. Luego, como hemos dicho, ese Meco es pasto de las llamas el día posterior al martes de carnaval, celebración que, en el caso de O Grove, cuenta con una rica y multitudinaria tradición que atrae público desde diferentes poblaciones. La leyenda evoca la historia de un señor feudal o un cura, dependiendo de las versiones que manejemos, cuya vida se habría caracterizado por ser licenciosa, muy inclinada a los vicios. Este personaje, también en función de las versiones a las que acudamos, habría practicado el derecho de pernada o simplemente abusado, desde su posición de poder, de las mujeres de la villa. Llegado un determinado momento, y ante el hartazgo general de la población, se habría tomado la decisión de acabar con la vida del Meco, colgándolo de una higuera situada en lo alto del grovense monte Siradella. Cuando, para esclarecer los hechos, se llevaban a cabo los interrogatorios, los agentes de la justicia se encontraban siempre con la misma respuesta, que se volvería el sello definidor de esta leyenda: “¿Quen matou ó Meco? ¡Matámolo todos!”. Hallamos ecos en esta expresión de la famosa obra teatral Fuenteovejuna, compuesta a comienzos del siglo XVII por el dramaturgo Lope de Vega, y donde podíamos leer: “¿Quién mató al Comendador? Fuenteovejuna, Señor”. Y es que tampoco hay acuerdo en la leyenda de O Grove acerca de si quien lo habría colgado de la higuera fueron hombres o mujeres. En su Viaje a Galicia del año 1745, el padre Martín Sarmiento es el primero que nos habla sobre esta leyenda del siguiente modo: “Del Grove pasé a su aldea Graña. De Graña a Ardea. Antes de entrar en el arenal do Vado a mano derecha hay tres montes, y en la cima del del medio hay dos ganchos, y entre ellos está la higuera famosa; porque en el Grove hay tradición que allí ahorcaron las mujeres al Meco, y yo mandé cortar unas ramas de dicha higuera para llevar a Madrid por bufonada”. Sarmiento complementó esta referencia con otros estudios como Meco, moro, agudo (editado por primera vez en Madrid en 1789), y Escritos sobre “el meco” y “la cruz de ferro”, donde manifestaba que, sobre la fábula de O Grove, “oí decir que no había ochenta años que había pasado”. También en este siglo ilustrado, Diego Antonio Cernadas y Castro, más conocido como el cura de Fruíme, hará alusión a nuestro protagonista: “El Meco monstruo fingido/fue; pero si cierto fue/y tal cual pinta, ¿por qué/no ha de ser aborrecido?/él por allá concebido/ha sido en país más seco,/con que sea o no embeleco/pues es de allá más que acá,/le deben tener allá/odio inextinguible a Meco”. Si del siglo XVIII pasamos a finales del XIX, veremos que la vida del Meco continuaba presente en el panorama social, político e incluso institucional de la época. Eugenio Montero Ríos, catedrático compostelano que desarrolló una intensa y prolífica carrera política, se hizo eco de la fábula en el contexto de la firma del Tratado de París de 1898, por el que se daba por finalizada la guerra hispano-estadounidense. Montero Ríos trataba de responder no a la pregunta de quién había matado al Meco, sino a España, y en su opinión, después de que hubiesen respondido “todos los partidos y todos los hombres que han gobernado”, si fuesen sinceros no les quedaría más remedio que contestar que, como al Meco, “la habían matado todos”. Más allá de estas notas sobre los testimonios que, desde hace más de tres siglos conocemos sobre esta historia, lo cierto es que el Meco traspasó la historia oral para quedar fijado sobre el papel. Un vecino de O Grove, Francisco Franco Calvete, tuvo la iniciativa de escribir una obra de teatro que llevaría por título: O señor feudal ou: ¿Quen matou o meco? Franco Calvete, que por aquel entonces se ganaba la vida como ordenanza de telégrafos, nunca llegó a ver estrenada su obra porque falleció tempranamente. En cambio, el empuje cultural que siempre ha caracterizado a las gentes de O Grove no dejó caer en el olvido la obra que representaba la idiosincrasia del pueblo. Los miembros de la Agrupación Artística Minerva se encargaron de llevar al escenario lo que Franco Calvete había escrito sobre el papel, con música de José Besada y Juan Fernández. Pero entonces tuvieron lugar una serie de hechos funestos que provocaron en el seno de la agrupación desasosiego y miedo, llegando incluso a pensar en cancelar la obra. El 23 de diciembre de 1930 fallecía Josefa Otero Moraña, la tía-abuela de José y Jacobo Barral Otero, dos jóvenes que protagonizarían la obra. La Agrupación Artística Minerva optó, entonces, por estrenar O señor feudal el 22 de enero de 1931. Pero es que el 18 de enero, es decir, cuatro días antes de que se levantase el telón, moría el autor de la obra, Francisco Franco Calvete, con solo 28 años. Y apenas unos días después, el 23 de ese mismo mes de enero, fallecía Manuel Núñez Vilariño a los 21 años, llamado a tener un papel fundamental en la representación. Fue el impulso del hermano del autor, Emilio, el que permitió que el estreno de la obra finalmente se llevase a cabo, por fin, el 5 de marzo de 1931 en el Teatro Besada. Emilio Franco, artífice de esa primera representación de la obra, muere el 14 de febrero de 1932. Será Francisco García Moldes quien, 17 años después, promueva la reaparición de la obra de Franco Calvete. De nuevo un 5 de marzo, pero en esta ocasión de 1948, se presenta en el Cine Marino O señor feudal ante la vecindad de O Grove, con un éxito rotundo. Los ensayos previos a la función tampoco estuvieron exentos de cierta suspicacia, puesto que un rayo interrumpió en el salón donde ensayaban los actores y actrices durante los días previos al reestreno. La obra teatral del meco se habría de representar todavía unas cuantas veces más. El 17 de diciembre de 1969 en el Teatro Besada, con varias funciones; en 1977, promovido y dirigido por Jacobo Caneda Domínguez; en 1985, gracias al interés de la Asociación de Vecinos de Terra de Porto o, si nos vamos a fechas mucho más recientes, en el año 2015, coincidiendo con la festividad local de San Martiño, también el Meco se subió al escenario en varias funciones de la mano de la sección cultural del club de remo Mecos en la casa de la cultura Manuel Lueiro Rey, poniendo de manifiesto que el Meco continuaba presente dentro del gran acervo cultural de la sociedad de O Grove. El otro elemento fundamental de la leyenda, como ya hemos señalado, lo constituye la célebre higuera, situada en el monte Siradella, donde se habría colgado al Meco y de la que, según cuenta la tradición, brotarían desde entonces higos rojos, al llevar la sangre del Meco. Esta higuera forma parte del “catálogo galego de árbores senlleiras”, elaborada por la Xunta de Galicia. Según podemos leer, tendrían la catalogación de “senlleiras” los árboles o las formaciones de cualquier especie, tanto autóctona como foránea, situados en terrenos de propiedad pública o privada, que sean merecedoras de medidas específicas para su protección, ya fuese por su dendrometría, edad, rareza, significación histórica o cultural, por su interés científico, educativo, estético o paisajístico, o bien por cualquier otra circunstancia que las haga merecedoras de esa especial protección. En esta línea, cabe destacar que, en marzo de 2017, los técnicos de la Estación Fitopatológica de Areeiro, dependiente de la Diputación de Pontevedra, comenzaron a trabajar en la clonación de la higuera del Meco. El personal tomó muestras del árbol, enraizó el material extraído y consiguió ejemplares idénticos a esta higuera. Se plantarán, de acuerdo con el proyecto, tres nuevos árboles, uno en el monte Siradella y otros dos en O Corgo. Se trata de una iniciativa más que desde luego fomentará el interés por la leyenda más conocida y representativa de O Grove, haciéndola más visible tanto para los turistas como para los propios habitantes de esta idílica villa marinera, y manteniendo viva la tradición oral que se ha transmitido generacionalmente a través de los siglos.

A FIGUEIRA DO MECO, UN ÁRBOL EXTRAORDINARIO

Hablar de la “Figueira do Meco” es hablar de nosotros mismos como pueblo, es exponer un proceso cultural inmaterial que abarca cinco siglos de generaciones de grovenses que vivieron y transmitieron la identidad de este pueblo a través de ese símbolo; su fuerza, su arrogancia ante las injusticias, su unión como colectivo social ante la adversidad. Toda una historia de una gente materializada en un símbolo que pervive a través de los siglos y de las generaciones. La primera vez que aparece en documentación escrita será en el libro del Padre Sarmiento titulado Viaje a Galicia y datado en 1745: "Antes de entrar en el Arenal del Bao a mano derecha hay tres montes y en la cima del medio hay dos ganchos, y entre ellos está la higuera famosa; porque en el Grove hay tradición que allí ahorcaron las mujeres al Meco, y yo mandé cortar unas ramas de dicha higuera para llevar a Madrid por bufonada." La leyenda cuenta que un cura, llamado D. Juan de La Meca, ejercía el derecho de pernada con las mujeres que se iban a casar. Cansados los cidadanos de tanta licencia lujuriosa, decidieron ejecutarlo colgándolo de la famosa higuera en el monte Siradella. Cuando la justiza buscó un culpable de tal abuso, al preguntar: "¿Quién mató al Meco?", contestaron todos juntos:"Matámolo todos!". Sin pruebas y sin culpables aparentes, el crimen quedó sin resolver, quedándole a los grovenses el apodo de "mecos". Así es como se transmitió con pequeñas variaciones a través de la tradición oral. La leyenda la contó el Padre Sarmiento de esta manera: "Dízese que un estudiantón. que o hera natural de MECO junto A Alcalá, o que se llamaba Meco de apellido (que también le ay azia el otro lugar) pasó a Galicia (corno pasan otros tunantes), que habiéndose insinuado en el servicio de no se quien, consiguió el ser cura de San Martín del Grove, que esté en una casi isla en donde la Ría de Padrón entra en el mar alto; que habiendo alí manifestado las habilidades que llevó a Galicia, se desenfrenó tanto su carnal apetito que vició a muchas mujeres, ya por sugestión, ya por violencia, y que irritadas las mujeres, determinaron hecharle de este mundo, ahorcándole de una higuera, y que finalmente habiendo hecho autos la Justicia de la Coruña .... ". La segunda fuente escrita sobre la leyenda nos la dejó el llamado cura de Fruime, Diego Antonio Cernadas de Castro (1702-1777). El párroco volvería a hablar de ella en el siglo XVIII y tendrían que pasar más de 100 años para que el nombre del árbol regresara a primera plana de la historia. A “Figueira” en el Congreso de los Deputados En 1898, con la pérdida de la isla de Cuba, el ministro Eugenio Montero Ríos hará una hábil comparación contando la leyenda del Meco en el Congreso de los Diputados con la finalidad de achacar la responsabilidad de la pérdida de la preciada colonia española no a su gobierno, sino a todos los partidos de aquel momento: Matámolo todos! Perdémola todos! Sería de nuevo a Figueira sacada de su ostracismo que ya duraba más de 100 años, viendo desde su atalaya privilegiada allá en la cima de la Siradella, entrar y salir a las gentes de O Grove por el Istmo del Vao. Una leyenda convertida en teatro La tradición oral continuaría labrando las conciencias, hasta que a finales de los años 30 del siglo pasado el grovense Francisco Franco Calvete, ordenanza de telégrafos, crearía la obra O señor feudal ou: ¿Quen matou o meco", Después de aquella serían numerosas las representaciones que se hicieron de esta obra en el pueblo, unas veces tinguidas de tragedia y misterio y otras de respecto e agorera sospecha. Las últimas se llevaron a cabo durante el año 2016 con gran éxito de participación.

O BURRO DA TOXA

Suele ser habitual, cuando hablamos de lugares que suponen un hito en algún ámbito, que en sus orígenes se tienda a entremezclar la realidad con la leyenda. En la mayoría de las ocasiones se hace para engrandecer su prestigio, obtener fama o llamar la atención de posibles visitantes, puesto que las historias, cuanto más extraordinarias sean, más atracción provocan en la persona que las lee o las escucha, puesto que no debemos olvidar que la tradición oral hace que muchas de estas historias se vayan trasladando de generación a generación. El caso de A Toxa no supone una excepción. Cuenta la leyenda que un campesino llevó a su burro, lleno de costras, mataduras y dolores, casi moribundo, a la isla con intención de abandonarlo allí hasta que muriese. Lejos de cumplirse el fatal pronóstico, la sorpresa llegó cuando, tras cierto tiempo sin visitar el lugar donde había dejado al burro, el hombre regresó y no solo observó que el animal no había muerto, sino que lucía un aspecto espléndido. La alegría era doble. Por un lado, el borrico se había recuperado y, por el otro, podía servir para trabajar en las tareas propias del campo, ya que en esta época los animales tenían un peso esencial en las labores agrícolas. Impresionado ante este cambio drástico, el hombre comenzó a preguntarse qué es lo que había sucedido para que el burro se encontrase tan bien. Al cabo, se dio cuenta de que el animal gustaba de revolcarse en un charco fangoso del que brotaba agua a una temperatura muy alta. A partir de ahí, la isla, que en ese momento no se llamaba todavía de A Toxa, sino de Louxo, experimentó una gran popularidad. La voz se corrió primero entre los vecinos y después pasó al alcalde. Se crearon los sucesivos establecimientos para tomar los baños, alcanzando, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, una preponderancia con la que solo podía rivalizar el también pontevedrés balneario de Mondariz, cuestión esta última que, al contrario que la historia del burro, no tiene nada de leyenda. La escena evocadora de un animal que se cura gracias a las propiedades mineromedicinales de unas fuentes o aguas no es exclusivo de A Toxa, sino que se trata de una fórmula tradicional, similar a la que encontramos en otros lugares, tanto en Galicia como en el extranjero. Sin ir más lejos, en Mondariz se dice que el descubridor de sus aguas fue el párroco del lugar, Domingo Blanco Lage, quien, tras observar la curación de un perro tras haber tomado sus aguas, en 1862, se lanzó a analizarlas, probarlas y comprobar cuáles eran los atributos que la diferenciaban para que, de ese modo, los vecinos pudiesen conocerlas y aprovecharse de los beneficios para su salud. Si de Galicia pasamos a Europa, veremos que el balneario británico de Bath, ciudad que se convirtió en el centro termal más visitado de Inglaterra durante el siglo XVIII, debía su fama a Bladud, un príncipe mítico leproso que fue expulsado de la corte por esa razón. Entonces, se convirtió en porquerizo y un día llevó a los cerdos cerca de donde brotaban las aguas del manantial. Algunos de ellos presentaban heridas, y cuando se revolcaron en los barros calientes, Bladud descubrió que las llagas comenzaban a desaparecer, por lo que el príncipe desterrado pensó en probar si ese remedio podría valer para su lepra. Se zambulló en las aguas, logró la sanación y en torno a ese lugar fundó la ciudad de Bath en el siglo IX a. C. En el caso del burro de A Toxa, su historia traspasó ampliamente las fronteras de la isla y de O Grove, lo que se debió, en buena medida, a la escritora Emilia Pardo Bazán. En La Ilustración Artística del 4 de septiembre de 1899, doña Emilia publica en su sección un texto titulado “Salud en el fango. La Toja”, donde expone la leyenda del burro, que en su pluma puede leerse así: Cuando en Andalucía quieren expresar la aridez y ruindad de un predio, dicen que sólo sirve “para revolcadero de un burro”. Pues bien: en la Toja se reconoció el tesoro que la isla contenía, por haber servido de revolcadero de un burro precisamente. Cuenta la leyenda que, en el Grove, aldeíta de la costa fronteriza, un aldeano poseía un borrico tiñoso, tan pelado y tan cubierto de costas y mataduras que daba horror. Apiadado su dueño, no queriendo matarle, le abandonó en la isla; y grande fue su asombro al encontrar a la vuelta de algún tiempo, un rucio sano, gordo y sin mácula, y al observar que el animal tenía costumbre de revolcarse en cierto charo fangoso, donde surtía un chorro de agua hirviente. Emilia Pardo Bazán mantuvo una estrecha relación con A Toxa que no solo se plasmó en la narración de la leyenda del burro, sino también en visitas a la isla y en múltiples comentarios sobre ella, convirtiéndola, de esa manera, en una de sus embajadoras más ilustres. Consciente del tono elogioso que en ocasiones empleaba para referirse a la isla, Pardo Bazán anotaba que no tenía parte en la sociedad anónima que, a comienzos del siglo XX, se constituyó para explotar empresarialmente los recursos de A Toxa. Sus palabras, al contrario, provenían del cariño que tenía por esta región, y estaba segura de que cualquier persona que acudiese a la isla podría tener una opinión parecida, pues la mezcla entre la naturaleza, la tranquilidad y sus envidiables aguas termales hacía de A Toxa un destino único. La relación de A Toxa con los burros no termina con esta leyenda, sino que se trasladó a la realidad y a la vida cotidiana de la propia isla. En el año 2011, el Concello de O Grove presentó ante la Consellería de Medio Ambiente de la Xunta de Galicia un documento titulado “Proyecto de conservación del Equus asinus en el monte de A Toxa”. El objetivo era poner en valor esta especie de burros “fariñeiros”, denominados así porque estos animales se encargaban de trasladar los cereales o la harina (“fariña”). En honor a la escritora que tanta fama le dio a la leyenda del burro, los dos primeros ejemplares que llegaron a la isla se llamaron Emilia y Pardo, y su primera cría, Bazán. Hoy en día continúa habiendo burros en A Toxa, por lo que se ofrece un reclamo más para aquellos visitantes o vecinos que deciden visitarla. Más de diez años después de esta iniciativa, la Diputación de Pontevedra, en colaboración con el Concello de O Grove, promovió la elaboración de una escultura que conmemorase al animal que contribuyó tan decisivamente a dar fama a la isla y sus aguas. La inauguración de esa pieza de bronce del burro tuvo lugar en las inmediaciones de la capilla de las conchas la tarde del día 20 de febrero de 2023. Contó con la presencia de la presidenta de la Diputación de Pontevedra, Carmela Silva, el alcalde de O Grove, José A. Cacabelos, el escultor, Lucas Míguez, y el investigador local Francisco Meis. La escultura del burro, que aparece revolviéndose en el barro, en referencia al modo en que el animal se curó de las heridas que padecía, se halla a escasos doscientos metros de los pozos y manantiales que identifican a la isla de A Toxa. Se mantiene así, de manera física, el recuerdo de una leyenda que trató de explicar la proverbial riqueza de las aguas de A Toxa.

AS 9 OLAS DA LANZADA

La playa de A Lanzada es una de las más conocidas de Galicia. Se trata de un foco que atrae gran cantidad de turistas, que no solo buscan gozar de su enclave único, sino también disfrutar de deportes acuáticos o de agradables caminatas gracias a sus más de 2 kilómetros de extensión. Esto hace que la playa sea un atractivo turístico de primer orden tanto en la época estival como durante el invierno. Pero asociada a esta playa no solo tenemos su evidente interés turístico derivado de sus condiciones naturales. Y es que en el caso de A Lanzada existe una creencia que se vincula con los valores milagrosos del mar a la hora de concebir descendencia y, en algunas ocasiones, también con la cura de enfermedades. Se entiende el mar como un espacio sagrado, e incluso se recoge, en ciertas tradiciones, que el diablo no podría interceder en este tipo de ceremonias, precisamente por esa calidad sacra del mar. Nos estamos refiriendo al ritual de las nueve olas. Este ritual se aprecia muy bien a lo largo de buena parte de la geografía gallega. Por solo poner un ejemplo, conocemos que al pie de la actual iglesia de San Francisco, en Vigo, que hace más de cien años estaba bañada por el mar de una playa, existía una tradición por la que algunas mujeres, en la próxima plaza de la Constitución, vendían hierbas como el hinojo para llevar a cabo el ritual de las nueve olas. Aunque esta tradición se encuentra, como hemos visto, en muchos lugares de la geografía gallega, el lugar en el que caló dentro del imaginario colectivo fue, sin lugar a dudas, en la playa de A Lanzada. El telón de fondo del ritual de las nueve olas es la idea de que el mar tiene la capacidad de fecundar, creencia que está documentada en culturas tan lejanas como en Melanesia. El rito de las nueve olas se podría resumir de la siguiente manera. Las mujeres que tenían dificultades para quedarse embarazadas debían sumergirse quedando de pie dentro de las aguas, al tiempo que las nueve olas las bañaban. El baño habría de tomarse antes de la salida del sol, al amanecer, aunque en algunas zonas se especifica que el rito debe celebrarse de noche, lo cual nos sugiere que la participación del sol en todo este proceso es secundaria, al contrario de lo que sucede con la luna, con un protagonismo central, al ser precisamente la que rige los mares. A poder ser, el baño habría de coincidir con la luz del creciente o de la luna llena, puesto que las mareas serían más fuertes y el mar alcanzaría sus límites máximos de crecimiento y, en consecuencia, de fertilidad. Tras el baño, la mujer tendría que sentarse o tumbarse en la “Cuna da Santa” o “Cama da Virxe”, que son un conjunto de rocas cercanas a la ermita que recuerdan a la forma de una cuna o cama. En cuanto al día del año en el que se debería llevar a cabo este rito, la fecha preferida era el último domingo de agosto, si bien es cierto que antes también se celebraba este ritual en el amanecer de los días de la Ascensión y de San Juan. Aunque la orientación fundamental de este rito era tener descendencia, está atestiguada también a la hora de librarse de las dolencias, físicas, espirituales o incluso mágicas, durante los doce meses siguientes o a la hora de obtener fortuna. Unos versos dan fe de esta otra orientación, encaminada a eliminar las dolencias de cualquier tipo: “Levei á niña muller/á Lanzada, ás nove ondas;/leveina a desinfeitar/e botar os demos fóra”. Lejos de pensar que el rito de las nueve olas de A Lanzada se trata de una superstición que ha pasado a mejor vida, tenemos algunos testimonios recientes que nos ayudan a comprender la devoción que continúa teniendo. En una noticia publicada por La Voz de Galicia (27 agosto de 2022), se recogía el relato de una vecina de Soutullo, Dalia Pérez, quien hablaba del “nacimiento de cuatro niños que ella y sus progenitores vinculan, de alguna manera, con las aguas de A Lanzada”. La mujer dice que en el año 2010 entabló amistad con una pareja del País Vasco. Ante la imposibilidad de concebir, Dalia le respondió que había llegado al lugar adecuado, pues la solución a su problema consistía en tomar las nueve olas, algo que le resultaba del todo ajeno a la joven vasca. Entonces, Dalia le resumió el funcionamiento del rito, explicándole que las nueve olas las debía tomar ella y su marido. Probaron ambos en el mes de julio, tomaron las nueve olas y se acostaron en la cama de la santa, una piedra entre las rocas a la que se le atribuye cierto poder ritual. Este proceso lo complementaron, ya en su casa, con los actos propios de la concepción. A los tres meses, la mujer llamó a Dalia para informarle que estaba embarazada. Al cabo de tres años regresó la misma pareja y, ante la imposibilidad de concebir un nuevo hijo, recurrieron a lo que tan bien les había ido con anterioridad. Así, repitieron la operación y, nuevamente, se quedó embarazada. Dalia explicaría al periódico que, además de estos dos casos, ella conocería alguno más. Se refería al de un médico que conoció el siglo pasado y le habló de un compañero que había “recorrido todos los ginecólogos que hay y por haber y no hay manera de que mi mujer se quede embarazada”. El médico que conoció Dalia le comentó el rito de la leyenda, y su colega se comprometió a que, si su mujer se quedaba embarazada, cubriría con billetes de mil pesetas el manto de la virgen, voto que tuvo que cumplir porque al poco rato de su regreso a Madrid su mujer estaba embarazada.