ISLA DE A TOXA

Historia

HISTORIA DE LA ISLA DE A TOXA

Quizá el hecho definitorio de una isla como A Toxa sea la proverbial riqueza de sus aguas termales, que han dado lugar a leyendas como la del burro que se curó milagrosamente en sus lodos y en cuyo honor se ha inaugurado una estatua recientemente conmemorando dicho episodio. Como el sello de identidad de A Toxa son sus aguas, la historia de la isla tiene necesariamente que comenzar por ahí. En 1841, el químico monfortino Antonio Casares elaboró un estudio de las aguas de A Toxa donde se observaban metales como hierro, calcio, sodio y magnesio, lo que, unido a unas altas temperaturas, entre los 30 y los 60 grados, podría ofrecer beneficios a la hora de tratar determinadas enfermedades. En ese año de 1841 se funda la primera sociedad para explotar las aguas de nuestra isla, declaradas de utilidad pública, y cuando, también, se construyen unas humildes casetas de madera para que los visitantes que así lo deseasen pudiesen tener un alojamiento mientras seguían las pautas para recuperarse de sus dolencias. Aunque en 1841 se publica el estudio de Casares, conocemos que, al menos, desde una o dos décadas antes, había gentes que acudían a los baños de A Toxa, isla que, dicho sea de paso, vivió muchos problemas con la propiedad de sus terrenos a lo largo del siglo XIX y durante una parte del XX. Desde 1841 tiene lugar la puesta en marcha de un incipiente mercado relacionado con las aguas minerales de A Toxa, que se incrementará con el paso de las décadas. Llegados al cambio de siglo, el establecimiento balneario de nuestra isla vivirá una etapa de apogeo que la convertirá en un referente esencial, no solo a nivel gallego sino también estatal, pugnando con el también pontevedrés balneario de Mondariz en los escalafones más altos de los ránquines con más visitantes. Esta tendencia al alza se verá frenada en 1936, cuando comience la Guerra Civil y el Gran Hotel, sin ir más lejos, se convierta en un hospital de sangre. Un hito en la historia de la isla de A Toxa se produce el 7 de abril de 1903, cuando se redactan los “Estatutos de la compañía anónima La Toja”, por escritura pública, otorgada en Pontevedra ante el notario Valentín García Escudero. La Compañía Anónima La Toja tiene como objetivos la explotación de los manantiales minero-medicinales “sitos en la Isla Loujo ó Toja Grande”, la de todas las industrias que se relacionen directa o indirectamente con los mencionados manantiales, y la adquisición de bienes y derechos, así como la construcción de edificios y vías de comunicación. El capital de la Sociedad será de 6 millones de pesetas iniciales, que se podrían ampliar en el momento en que las necesidades de explotación así lo demandasen. José Riestra López, el I Marqués de Riestra, jugó un papel esencial en este contexto. Durante las dos primeras décadas del siglo XX, parece ser él quien domina el Consejo de Administración de la Sociedad. En estos años también es la Sociedad la que lleva a cabo la mayoría de las obras destinadas a configurar y ordenar la isla de A Toxa. Los tres años que van de 1914 a 1916, coincidiendo con la Primera Guerra Mundial, son los que arrojan unas cifras de bañistas que visitan la isla más elevada. Tenemos, por lo tanto, cuando nace el siglo XX, una serie de iniciativas empresariales que van a dar un notable impulso a la isla, tanto a nivel económico como turístico. Además de la sociedad que se constituye en el año 1903, en A Toxa surgirá una fábrica de jabones que comenzará su comercialización en 1905, precisamente impulsada por la sociedad anónima La Toja. Pero lo que hace a esta fábrica peculiar es que en origen no se había pensado en los jabones desde el punto de vista comercial, sino como un reclamo para exportar la marca de A Toxa. Los jabones se fabricaban con una cantidad tan alta de sal, que esto trajo como consecuencia que los pacientes que tenían enfermedades relacionadas con la piel mejorasen. Esto catapultó la fábrica de jabones, que tuvo que ampliarse en el año 1934 ante la creciente demanda. Y, aunque hoy en día, la fábrica de jabones de A Toxa ya no existe, continúa siendo un reclamo publicitario de primer orden en el mundo de la cosmética. En 1899 se convoca un concurso internacional para la construcción de un gran hotel-balneario en la isla de A Toxa, que va a lograr el arquitecto ourensano Daniel Vázquez Gulías, en pugna con otros arquitectos franceses y alemanes. La idea era emular el arte y la estructura de otros balnearios europeos, como el de Vichy, en Francia, o el de Marienbad, en Alemania. La obra, que fue la primera construcción de hormigón armado de Galicia y contaba con dos pabellones, una sala y un casino conectados por una galería, se comenzó a realizar en 1905 y dos años más tarde, en 1907, era inaugurado. Un elemento esencial para las comunicaciones de la isla fue el puente que une la isla de A Toxa con el continente, realizado entre 1908 y 1910. Augusto González Besada, por aquel entonces diputado por la circunscripción de Cambados y ministro de Fomento, logra que el proyecto dentro del que estaba englobada la construcción del puente sea aprobado sin debate. En el momento de su inauguración, en julio de 1910, el primer coche que atravesó el puente fue el de unos periodistas ingleses, poniendo fin, de esta manera, a la necesidad de acceder a la isla o bien por mar, o aprovechando las ocasiones en que había marea baja. El Gran Hotel alojó a personajes fundamentales del mundo de la política, los negocios, el deporte o la cultura. No se trata de hacer una larga nómina de todos aquellos que pisaron sus pasillos, pero sí conviene mencionar a algunos de los más relevantes, como Emilia Pardo Bazán, Severo Ochoa, Gabriel García Márquez, Lola Flores o Julio Iglesias. La dedicatoria escrita por el obispo emérito de Santo Domingo es muy expresiva en cuanto a lo que suponía pasar una estancia en A Toxa: “Como obispo ya puedo decir que he conocido la antesala del cielo. Galicia es única; para pórtico el de la Gloria de Santiago y para Hotel el Gran Hotel de La Toja”. En este sentido, cabe destacar que durante el fin de semana del 12 al 14 de mayo del año 1989 se produjo en nuestra isla la reunión del conocido Club Bilderberg. La cita contó con extraordinarias medidas de seguridad, que hicieron de A Toxa un fortín. Por supuesto asistieron Juan Carlos y Sofía, por aquel entonces reyes de España, en calidad de anfitriones, No faltaron personajes de la talla de David Rockefeller Sr y Jr, Lord Carrington (exsecretario general de la OTAN), altos ejecutivos de periódicos internacionales o el presidente del gobierno de España del momento, Felipe González. Y es que no fue extraño ver al exsecretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, pasear por O Grove y comer en el restaurante El Crisol, o a la antigua reina Beatriz de los Países Bajos tomando un café en el antiguo bar Padín, donde Lucho y Carmen realizaban el que, se comentaba, era el mejor café de O Grove. Actualmente, A Toxa continúa siendo un reclamo turístico de primera magnitud y un punto de referencia a nivel gallego. A su espléndida oferta termal se une, como sucede también en el caso de O Grove, una ubicación que permite disfrutar de la naturaleza, ya sea dando un paseo por el monte central, bautizado desde abril de 2022 con el nombre de su primer alcalde en democracia, Xaquín Álvarez Corbacho, o bien disfrutando de las playas que ofrece. Pero lo cierto es que, a pesar de estas potencialidades que posee A Toxa, quizá sería bueno alcanzar un acuerdo que lograse que la isla volviese al esplendor de antaño y, de ese modo, tratar de reverdecer esos antiguos laureles que la hicieron pionera en tantos ámbitos.

LA INAUGURACIÓN DEL GRAN HOTEL DE A TOXA

El progreso trivializa y transforma de manera anónima el día a día que vivimos y sin embargo muchas veces desearíamos quedar anclados en el pasado para poder formar parte de ambientes o lugares que nunca llegamos a conocer. Desearíamos tener las facultades de navegar en sueños para sentir y vivenciar escenas o lugares que solamente podemos ver en los libros o en las fotografías antiguas. El Gran Hotel de A Toxa es una de esas imágenes que ya pocos grovenses tienen la posibilidad de recordar de su infancia o juventud. Su construcción comenzó como un elemento más de la modernidad que trajo a la Isla la fundación, en 1903, de la Sociedad Anónima de A Toxa. Ilustres escritores como Francisco Camba tuvieron la suerte de visitar en julio de 1907 la isla y allí poder ver la ”silueta de un enorme edificio en construcción”. Hablaría de él como una “obra realmente espléndida: montado con los últimos adelantos del confort”. Tenemos que tener en cuenta que hablar de la posibilidad de poseer en un establecimiento timbre y teléfono en todas las habitaciones o servicio de agua caliente y fría, formaba parte, en aquella época, de un lujo que escasos hoteles podían ofrecer. Su construcción , por tanto, era patente aún en ese año. El Palacio Comedor, contiguo al Palacio de Habitaciones, aun se encontraba abierto, sin retejar y formando un esqueleto de piedra y hormigón. Las obras irían a buen ritmo hasta que el 1 de julio de 1908 se inauguraría oficialmente el Gran Hotel. Los primeros huéspedes pudieron disfrutar de un hotel aún por finalizar pero que daba cabida a todas las necesidades que solicitaban. El proceso que culminaría con la finalización de las obras llegaría en el año siguiente, sin embargo, no fue motivo suficiente para que lo habían visitado y habían llegado a dormir ilustres huéspedes como los marqueses de Elduayen tan vinculados a la historia de la ciudad de Vigo. Como ya mencionaba al inicio del artículo el eclecticismo de sus formas, la majestuosidades del Ángel trompetero como centinela en el alto del hotel o la feminidad con la que embellecían las cariátides cada uno de los torreones, desgraciadamente, ya forman parte de las fotografías y de las pocas personas vivas que aún se acuerdan. Un patrimonio que se perdió y que va desapareciendo en la memoria de nuestros grovenses más viejos.

EL ORIGEN DEL TIRO DE PICHÓN EN A TOXA

Hablar del “tiro de pichón” en O Grove es, en los días de hoy, mezclar pensamientos encontrados, gente a favor y otra tanta que muestra su rechazo. Este artículo no quiere ponerse de un lado o de otro, solamente mostrar el certamen como un evento ya histórico en el municipio, que tiene su origen en los albores del siglo XX. Y esto es así porque el “tiro de pichón” en A Toxa, como certamen deportivo, tiene una antiguedad de como mínimo 95 años. Durante varios años a lo largo de la década de los años diez, se vino desarrollando el campeonato de manera alterna, así tenemos referencias de los años 1912, 1913, 1914, 1916, 1919, 1920…y de esta manera no siempre en la misma situación. Sabemos por ejemplo, sobre los años 1914 o 1916 el lugar donde se desarrolló lo podemos situar, seguramente sorprendente para los ciudadanos de O Grove, cerca de la Punta Pastora. Concretamente si estuviésemos en la playa mirando al mar y por tanto teniendo O Grove enfrente, los participantes estarían justo la izquierda de la playa de la Mourisca, en una explanada hoy inundada de tojos y silvas. Por tanto allá por el 1912 se celebró, posiblemente, el primer campeonato. Ya a últimos de agosto de aquel año se anunciaba como un acontecimiento de proyección internacional que se vendría a celebrar el 1 de septiembre y promovido, como no podía ser de otra manera, por la S.A. de la Toxa. En los tres días que duró la iniciativa participaron los más notables tiradores de Galicia en “tres poules” de las cuales la tercera, el “Gran Campeonato de La Toja” era la más variada y rica en premios, y donde, según en cual se participara, los concurrentes debían abonar una cuota de inscripción que oscilaba entre las 20 y 40 pesetas. Aquel acontecimiento daba sus primeros pasos en la isla e hizo que se acercasen más de 300 personas procedentes de distintos puntos de nuestra geografía: Vigo, Pontevedra, Vilagarcía, Santiago…Dada la gran afluencia de comensales, los servicios de catering del Gran Hotel tuvieron que trabajar a destajo para servir no menos de cuatrocientos desayunos. Debió ser sorprendente ver el número de automóviles que invadieron la isla, teniendo en cuenta su escaso número en aquella época, y que en aquel día no bajaron de cincuenta. Vehículos que fueron pasando por el antiguo puente ya reformado varias veces desde su inauguración, en el año 1910, hasta nuestros días. Si pensamos en el certamen hoy, calculamos que el número de palomas que mueve este acontecimiento son varios miles, sin embargo en aquel naciente evento llegaron un “exiguo” número de 700 procedentes de Extremadura. Una gestión que desarrolló el que fue el primer gerente que tuvo la S.A. de A Toxa, el farmacéutico asturiano Don Fernando Fernández Porrero, hombre de una indudable capacidad de mandato que dirigió durante catorce años el complejo balneario. En este segundo año de la década de los diez el Faro de Vigo relataba que “el campo de tiro de pichón, estaba muy bien dispuesto, y todos los palcos ocupados por distinguidas señoras y hermosas señoritas de las tres poblaciones antes mencionadas, así como también de la colonia que estaba en el balneario” A las tres y media comenzó la sesión con el sorteo para el orden que tendrían que guardar los tiradores en la primera “poule” a seis pájaros. Entre otros estaba el hijo del marqués, Raimundo Riestra, el vigués Manuel González Fresco, Ramón Sanjurjo, Francisco Yañez, Fernando Bárcena, Eduardo Gasset, el Marqués de Acapulco, Juan Tapias…tirador, este último, que sería el ganador de la primera “poule” con 200 pesetas y el 40% de las inscripciones. El segundo fue para el Marqués de Acapulco que sería recompensado con el 25% de las inscripciones y el tercero, con un objeto de arte, para uno de los más asiduos y mejores escopetas del “tiro de pichón”: Manuel González Fresco. También en esta competición había una “poule” dedicada exclusivamente para “señoras y señoritas” que quedó desierta. El punto final se puso con la siguiente tercera “poule”: El Gran Campeonato de La Toja”. Juan Tapias volvió a alcanzar el primer premio que consistió en 1.000 pesetas y una copa de plata, del por aquel entonces, amo y señor de toda la provincia de Pontevedra, el Marqués de Riestra. El segundo fue para el tirador de Vigo, Manuel González Fresco que desde una distancia de 27 metros mató a 20 pájaros errando solamente dos. Un hecho curioso de aquel primer certamen fue, una vez finalizada aquella jornada, la subasta de las escopetas llegando a obtenerse con su venta más de 1.000 pesetas. No todas se cotizaron igual ya que las que alcanzaron mayores precios fueron las de González Fresco comprada por 280 pesetas y la del Marqués de Vilanova i la Geltrú que llegó a las 120. Ocurrió en aquel campeonato algo que se dió en su recta final, un nuevo giro. Como ya dijimos antes la “poule para señoras y señoritas” quedó desierta. Sin embargo, cuando finaliza el certamen “varias señoritas de la colonia veraniega deciden hacer algunos ejercicios de tiro al pichón”. Esto da pie para que se formalice la “poule” y se haga de eso todo un acontecimiento. Participaron en aquella tarde de septiembre, un grupo de chicas habituales en las tardes de verano de A Toxa, Camila y Margarita Calleja, Rosita Coll y Rosa de Federico. Camila Calleja será la que, matando tres de las cuatro palomas, llevará el primer premio, mientras que Rosita Coll que dejó escapar dos, será la segunda nominada. Tal fue el entusiasmo levantado en la colonia por la celebración de la tirada para mujeres que se les hizo un acto cargado de solemnidad para la entrega de premios. 2ª parte El lugar elegido para el evento fue “adornado con profusión de flores”, sonó música e incluso se escuchó y se vió desde O Grove, cohetes que festejaban la iniciativa que habían cogido las mujeres. Bajo este halo protector de masculinidad el Gran Duque del Berbés decide escribir para la ocasión un himno. El realmente importante es que la música la componen un bañista que se encontraba en aquel momento en el Hotel, un personaje por otro lado asiduo a las aguas de Louxo; el Maestro José Tragó. Este hombre condiscípulo de Isaac Albéniz fue maestro de varios de los más grandes compositores españoles: Manuel de Falta, Enrique Granados, Joaquín Turina…La lástima es que el original de aquella música se perdió en el tiempo y solamente nos queda el himno impreso en las hojas del periódico. Las estrofas de aquella melodía fueron cantadas por uno de los personajes, que solamente las personas más viejas de O Grove recordarán entre nieblas. Un hombre que durante décadas fue una institución en el Gran Hotel y que fue considerado como el relaciones públicas del mismo: el barítono Mercadillo. Hombre abierto y de fácil sonrisa que en aquel acto festivo cantaba las estrofas mientras, al unísono, todos los bañistas presentes hacían el coro. Si aquel 1912 no fue el primer paso, que posiblemente sí (la era del tiro-espléndida empieza), sí debió ser uno de los primeros. Al año siguiente se volvió a repetir el fenómeno social pero con una excepción, la gente de O Grove también quiso “participar” activamente y tal fue su entusiasmo que la Guardia Civil intervino avisada posiblemente por el gerente. Durante el mes de junio de 1913 se hospedan en el Gran Hotel un gran número de personas entre las que figuraban banqueros, aristócratas, militares…Hacía unos días que habían venido a la isla unos aficionados de Vigo, posiblemente miembros del Sporting Club que ya habían tenido su primer certamen en 1911, para elegir el terreno en el que tendría lugar el emplazamiento del “tiro de pichón”. La radicación del lugar, posiblemente igual que en el año anterior, fue delante del que hoy es la entrada al Gran Hotel y que de aquella era el edificio Comedor-casino. Tendríamos que pensar que donde hoy se encuentra el enorme eucalipto y la pequeña piscina del jardín existió, por lo menos en este año, el emplazamiento para el campeonato. Las obras llevaron la explanación del campo, la construcción de un elegante pabellón-restaurante y unas tribunas. Toda una serie de mejoras que contaban tenerlas preparadas para la primera quincena de Julio y así poder comenzar todos los domingos una tirada hasta la segunda quincena de agosto, mes en el que se disputaría la “Gran Copa de La Toja”. Por otra parte, toda una declaración de buenas intenciones, pues justo el 4 de julio, gente de O Grove decide anticiparse al certamen y “participar” en el “tiro el pichón”. Un grupo de mujeres, “se trasladaron al punto en el que la empresa anónima construía el campo y valiéndose de azadones y picas destruyeron la explanación hecha en el terreno”. Esto fue uno de los tantos acontecimientos que se venían repetiendo desde hacía años motivado por el aprovechamiento del monte y las continuas reyertas que enfrentaban a los vecinos del municipio con la sociedad anónima. La guardia civil intervino aquella vez y no tuvieron más remedio que marchar, no sin antes, deshacer todo lo que pudieron. A pesar de los percances se celebró el evento a tiempo y dado el éxito alcanzado en el año anterior el número de premios aumenta y de forma semejante el precio de las inscripciones. Para aquella vuelta el Marqués de Riestra fue capaz de convencer a uno de sus mejores amigos, el exministro de Hacienda y también de Gobernación, Augusto González Besada, para que asistiera. Será él quien esté en aquella tirada de 1913 y quien done una de las copas en la que figurará su nombre. Pero no finalizaban aquí las amistades del Marqués, sino que dando nombre a otro de los premios estaría Gabino Bugallal, aquel que había sido ministro de instrucción pública bajo la presidencia de Raimundo Fernández Villaverde y que sería en el mes de octubre de aquel mismo año, ministro de Hacienda con el presidente Eduardo Dato. Fue tanta la asistencia que se sirvieron 600 almuerzos y, si el año anterior habían estado cincuenta automóviles, en este llegaron a los cien. Cenaron en el Gran Hotel un menú variado que hoy reproducimos para rememorar lo que se comía por aquel entonces en el Gran Hotel. Durante aquel almuerzo, mientras la gente hablaba de su vida cotidiana y los políticos se la arreglaban, sonaba un cuarteto de lujo integrado por profesores de la Orquesta Sinfónica de Madrid. Ese año estaba formando parte de las comidas musicales del Gran Hotel, Rafael Mirecki, un chico de apenas quince años que ya era profesor en el conservatorio. No nos debería sorprender por otra parte, ya que su padre fue Maestro de uno de los más grandes violonchelistas de todos los tiempos: Pablo Casals.

EL PRECURSOR, JOYAS CON CONCHAS, JOSÉ BOTANA

En este artículo descubriremos a un personaje inédito para casi la totalidad de los grovenses y su íntima relación con el origen de los collares de la Isla de A Toxa, Cuando hablamos de ellos, lo más acertado que algunas gentes atienden a descubrir es un origen incierto en el siglo XX. El tiempo, una vez más, volvió a desvanecer la memoria del precursor. Una labor que atesora casi doscientos años de historia y que hoy en día es reconocida como Artesanía de Galicia. La existencia de esta actividad tradicional que ayudó a tantas familias y generaciones en O Grove, es mérito exclusivo de una sola persona: el joyero, inventor e industrial José Botana Barbeito. José nació en Dena en 1827 en una familia acomodada donde su madre era una terrateniente y su padre, el juez de la jurisdicción de A Lanzada. Desde su juventud tendrá una cierta inquietud profesional por mejorar la paupérrima y atrasada industria del siglo XIX. De muy chico Botana viaja a Filipinas donde observa el arte de trabajar las conchas marinas y con esa idea, en su regreso, decide poner en marcha esta iniciativa con carácter industrial. Por qué no aprovechar las grandes cantidades de conchas marinas que yacen a miles en las playas dándole una utilidad y crear así, con eso, cientos de empleos? Ese será su proyecto de empresa. La primera referencia de sus creaciones fecha de 1851 estando trabajando, en su villa natal de Dena, en una silla decorada con conchas nacaradas destinada a las habitaciónes reales de Isabel II. Entre ese año y 1857, acabará recibiendo la condecoración de la Orden de Carlos III. Esta medalla, para quien no lo sepa, es la condecoración civil más distinguida que se puede dar en España y fue creada para recompensar a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos prestaran servicios eminentes y extraordinarios a España. José Botana fue uno de los personajes más fascinantes del siglo XIX en la península de O Grove. Aunque nació en Dena pasó la mayor parte de su vida en sus propiedades del Pazo de O Sineiro donde fundó la única fábrica de conchas que debió existir en Galicia y posiblemente en España, durante el siglo XIX. Trabajó durante largos años en sus creaciones confeccionando incomparables obras de conchas nacaradas que abarcaban desde pequeñas joyas como dijes, pendientes, collares, hasta mobiliario adornado con conchas de las playas de O Grove. Pero si realmente debemos destacar algo más que el origen del hecho de que hoy se continúen vendiendo collares en la Isla de A Toxa, es por ser el individuo, la primera persona en el siglo XIX, que promocionó y dió a conocer nuestra villa más que cualquier otra que puidesemos imaginar durante todo ese período. Por qué? Porque sus obras estuvieron presentes en las exposiciones Universales más importantes del siglo XIX. En aquella de París de 1855 en la que se presentó, por ejemplo, la conocida máquina Singer, nuestro grovense estuvo presente con sus ingenios. En la Exposición universal de París de 1867 sus obras volvieron a alcanzar una distinción elevada, lo una Exposición Universal de Viena 1873 con más de 7 millones de visitantes y 233 hectáreas de superficie, José llevó dos colecciones de adornos de nácar: una cuna, un florero y dos árboles artificiales de nácar que recibieron la única medalla de mérito que otorgó en esta categoría el jurado de la exposición. El nombre de O Grove no dejó de estar presente de la mano del autor en la Universal de París de 1878 con una de sus mejores obras en nácar que dió trabajo a 86 operarios de su fábrica y que les llevó casi 9 meses finalizarla. Esa misma exposición donde la cabeza de la estatua de la Libertad se expuso como un mirador para que la gente subiera a otear el horizonte cuando aún estaba lejos su destino final en la isla de la Libertad al sur de Manhatan. Y tantas otras exposición nacionales, regionales e internacionales en la que José acercó sus obras y el nombre de O Grove como estandarte. Este industrial supo combinar la plata y el nácar para hacer auténticas obras de arte que se vendían a elevados precios en España llegando a ser objetos de colección por Museos europeos. Ahí es nada. A causa de su fallecimiento en 1895 en el Pazo del Sineiro, la viuda continuará con la fábrica durante unas décadas más. Se sabe que en el inicio de la primera guerra mundial el Comité Ejecutivo de la Xunta Provincial de Pontevedra, promotor de la concurrencia a la Exposición Internacional de Londres de 1914, le envía una invitación a la viuda, Doña Carmen Gómez Barés, para que participara con los productos que entonces se estaban elaborando en sus talleres. Dijes, cadenas de reloj, pulseras, pendientes y otros objetos. En ese momento era la única fábrica en España de esta naturaleza. Su estilo y manera de trabajar irá desapareciendo y lentamente el testigo lo irán recogiendo sus empleados, la familia de los Pregos. Ellos fueron, con Natalia la Prega a la cabeza, las figuras que heredaron una parte del legado generacional del trabajo de la centenaria fábrica de conchas del Sineiro. Los Botana, se irán sepultando en las brumas del pasado hasta el olvido de nuestros días y por otra parte, otras familias, que trabajaron o no en la fábrica, pero que sí conocían la industria de las conchas, banalizarán este arte realizando unos collares más bastos, menos elaborados, la plata desparece como elemento noble y nacen a partir de las primeras décadas de 1900 los famosos collares de la Isla de la Toxa. Herederos, sin duda, de aquel hombre que ideó allá por el 1851 una industria, una manera diferente de ganarse la vida con las conchas de nuestras playas, en un momento en que en España procuraba nuevos caminos que la sacaran del sistema feudal del Antiguo Régimen que aún pesaba en la sociedad. Reconocemos hoy, el valor y la historia de este hombre del que hace tanto tiempo que ya nadie recuerda y que sin duda, fue el primero promotor turístico de nuestra localidad.

COLLAREIRAS DE A TOXA

Para entender el origen secular de la comercialización de los collares de conchas en la isla de A Toxa es necesario hundir la memoria en el siglo XIX. El arte de los collares de A Toxa nació hace más de un siglo y medio gracias a la iniciativa de un hombre inquieto y creativo llamado José Botana Barbeito (1827-1895). Él fue el germen y cimiento de la futura venta de collares en la Isla, una actividad que desde hace más de un siglo está ligada íntimamente al pueblo de O Grove. La época económica que fue contemporánea del personaje tuvo como realidad una sociedad ínfimamente industrializada en donde la boyante hegemonía del lino estaba en decadencia y la industria de la salazón y el curtido del cuero se habían convertido en los pilares básicos sobre los que se asentaba, a mediados del siglo XIX, la economía industrial de Galicia. En ese contexto, Botana, pretende crear una industria local con voluntades regionales dando el primer paso con el establecimiento de una fábrica de tratamiento de las conchas marinas, como objetos de arte, en su Pazo del Sineiro. De aquella industria local se distribuyeron numerosas piezas artísticas que alcanzarían el rango de joyas en las fabulosas Exposiciones Internacionales del siglo XIX como fueron las de Viena, Londres, París y otras tantas regionales. Sus trabajos de orfebrería llegaron a las manos de la Reina Isabel II a la que obsequió con varias piezas que le reportó la concesión de la Orden de Carlos III. Pero si hay algo que no debemos obviar es la enorme campaña publicitaria del municipio, al llevar el nombre de O Grove más allá de lo que ninguno de sus habitantes podría haber imaginado en aquella época. Aunque el artista falleció a finales del siglo XIX, su viuda continuaría su legado durante las dos primeras décadas del siglo XX hasta que, su estilo de manipular y tratar las conchas, se fue perdiendo en el tiempo. Podemos reconocer la evolución de la existencia de este tipo de artesanía por las manifestaciones que varios escritores e intelectuales hicieron a lo largo de los dos últimos siglos. El polifacético humanista Lisardo R. Barreiro nos da una referencia de la categoría industrial de la actividad en un artículo de 1896 en el que va describiendo diferentes pueblos de O Salnés: “…allá, en frente, están la Toja con sus alabadas termas de aguas iodoferrujinosas y cloruradosódicas, las mejores de sus clase; el Grove, con su industria de trabajos de conchas, y más lejos aún, al otro lado de la ría, divisanse los deformes y gigantescos lomos de la cordillera de Barbanza…” Después de entender el nacimiento y ocaso de la cultura desarrollada en el arte de la manipulación de las conchas por la familia Botana, hoy en día podemos comprender que de aquella pequeña industria germinó, a comienzos del siglo XX, lo que hoy es una reconocida artesanía de Galicia: los collares de la isla de A Toxa. Su historia se fraguó por varios motivos que hicieron que no existiera en España, un lugar con este tipo tan genuino de artesanía y que contribuyó como punto de partida indiscutible, la apuesta personal y empresarial de José Botana al utilizar las conchas marinas que se amontonaban en las playas de la costa grovense con una visión transformadora y puramente empresarial. Por otro lado, la existencia de familias que de forma directa o indirecta trabajaron en su día con él, y que guardaron esa transferencia tecnológica -el know-how- y por supuesto, el despegue turístico que experimentó la isla de A Toxa tras el abordaje empresarial que trajo la creación de la Sociedad Anónima A Toxa a partir de 1903. Motivos todos ellos que se culminaron con la manifestación activa de una sociedad de subsistencia que supo aprovechar de forma efectiva y oportunista un nuevo nicho de mercado que se abría ante ellos con la llegada masiva de turistas a la localidad. Si consideramos que es importante exponer las claves que asentaron las bases de lo que después se convirtió para muchas familias mecas en un no despreciable ingreso extra, no lo es menos, advertir varios conceptos destacables. La artesanía de los collares nace a principios del siglo XX como un trabajo rápido, más tosco y menos elaborado y por tanto con una calidad menor que los productos de la familia Botana y la venta de este tipo de artesanía, en sus orígenes, es exclusivamente desempeñada por niñas. Ya entrados en la segunda década, el periodista y escritor Julio Camba en 1916 nos proporciona la segunda referencia del siglo XX sobre la actividad relacionada en el municipio con este tipo de explotación, pero lo hace, dándonos detalles no sobre las collareiras, sino sobre las actividades comerciales que aún mantenía la viuda de José Botana en las primeras décadas de siglo. “Los mariscos del Grove, después de haber fortalecido a los grovenses o groveños, sirven para una de las industrias más antiguas de Galicia; la de las conchas de mariscos. Con estas conchas se hacen verdaderos objetos de arte recubriendo cajas y otra porción de objetos. “Claramente identificado con el arte de la familia, el escritor vincula la manipulación de diferentes moluscos con una actividad industrial que da empleo a la comunidad meca y nos brinda un marco de referencia de la antigüedad de este tipo tan peculiar y único de desarrollo manufacturero tan localizado. Tendríamos que esperar cuatro años más para encontrar otra referencia escrita que menciona los collares como objeto de venta a través de la mano del maestro y periodista, Manuel Ortiz Novo, que en septiembre de 1920 visita la isla disfrutando de un día de excursión. “Y es de ver como a un grupo de turistas elegantes, correctos caballeros, lujosas damas se acercan, descalzas de pies y piernas, unas humildes hijas de pescadores, rapazas de negros ojos de ónice y trenzas de azabache- ofreciendo tímidamente la labor de sus manos pálidas; unos hermosos rústicos collares de conchas, nácares, caracoles y piedrecitas de colores de aquellas playas.” Unos meses antes, en agosto de ese mismo año había decidido dejarse llevar por la tranquilidad y el sosiego balneario de la isla el escritor y periodista Wenceslao Fernández Flórez. En el complejo termal escribe varios artículos para el periódico ABC compartiendo sus impresiones con los lectores y, en uno de ellos, absorto en la contemplación de las cientos de personas que marisquean en el lombo de A Vía, reflexiona sobre lo que está viendo, aportándonos otra prueba más de la actividad real de la confección de esta artesanía local. “Esos centenares de personas que en la bajamar hormiguean sobre los bancos de arena buscan caracolillos y conchas para hacer collares, y almejas para hacer guisos.” Con el paso de los años se irá institucionalizando una actividad que reporta beneficios a los núcleos familiares derivando consecuentemente que en los años 30 y 40, un número mayor de personas se dedique a su venta, ya no sólo como un beneficio esporádico, sino como una actividad estimable para la economía familiar. Aparecen ya en escena no solamente niñas, sino adolescentes y mujeres de mayor edad cuya presencia y modo de vender no siempre fueron bien acogidos por los visitantes de la isla tal y como nos dejó escrito Juan Spottorno y Topete, cuñado de filósofo José Ortega y Gasset, que realizó una fugaz visita a la comarca de O Salnés en agosto de 1931. “Rápida visita a La Toja. Isla de maravilla, que guarda, prisionero entre sus bosques de pinos, un monumental hotel de dudoso gusto. A la entrada de la isla, como animalitos salvajes, mujeres indígenas y adolescentes asaltaron el estribo de los coches. Nos metían por los ojos, más que nos ofrecían, esos decorativos y típicos collares, en los que enhebran caracolillos de la mar.” Hoy en día, con la profesionalización del sector, la cotización a la Seguridad social, la existencia de ordenanzas con restricciones a productos foráneos, y el empuje personal de personas como Montse Betanzos, heredera de sangre de aquellas primeras personas que vendieron las conchas de las playas mecas a comienzos del siglo XX, estamos ante una profesión que logró el reconocimiento de Artesanía de Galicia por méritos propios. Su historia es una actividad más que centenaria que tiene su arranque en la familia Botana, con la industrialización y explotación de los moluscos, y la posterior creación a principios del siglo XX de esa imagen única, simbólica y emblemática de las collareiras de A Toxa.

EL INCENDIO DE LA VENGANZA

Este capítulo forma parte de toda una descripción apasionante de intrigas, de traiciones, de problemas vecinales y sobre todo de poder. Aunque el relato intenta explicarnos aquel famoso incendio que hubo en 1899, también quiere hacer un homenaje, a nuestras gentes, a aquellas que forman parte del recuerdo de nuestra historia y por eso está dedicado a una de las hospederías más antiguas que tuvo esta villa y, especialmente, su familia. El incendio de la venganza El de 11 de noviembre de 1899 se alzó una tremenda ola de fuego, roja, viva, intensa que dejaba una colosal marca en el cielo donde se construyera el viejo Balneario de A Toxa. En aquella época finisecular eran pocos los núcleos habitables que podían ver con claridad lo que estaba ocurriendo. Sin duda, los primeros que percibieron aquel pavoroso incendio fueron los habitantes de la aldea de A Graña y algunas contadas viviendas aisladas, como la Pensión Casablanca que se encontraba construída, no muy lejos de donde estaba la embarcación que cada mañana y durante todo el día, hacía el viaje entre la isla y O Grove, ese lugar donde hoy está el Puente que une la isla con la villa. La actual calle de Teniente Domínguez, aún sin construir, eran campos de labradío sin ninguna vivienda en el entorno y el núcleo urbano lejos, y distante, se llegaba a través de antiguas congostras que una década más tarde desaparecerían para transformarse en una amplia y recta carretera llamada durante años, Augusto González Besada. Esa es otra interesante historia para contar. Generosa García Boullosa, que había nacido en 1884, regentó durante años posiblemente una de las primeras hospederías de la localidad que había abierto sus puertas en el siglo XIX. Sus padres proporcionaban un alojamiento a los bañistas del balneario a unos precios mucho más económicos que en la propia isla. La vieja Generosa relataría en los años 70 aquel incendio en el complejo termal de los Mestre como el más antiguo que su memoria podía rescatar de aquellos tiempos pasados. Sus padres y ella, pequeña con apenas quince años, contemplaron desde la hospedería como se confundía y disipaba una tremenda humareda negra en la noche invernal del mes de noviembre. La alarma se hizo pólvora en la localidad y en masa acudieron los marineros con sus embarcaciones. El alcalde de O Grove, Francisco Otero Moraña, consternado por el suceso, enviaría un telegrama al Gobierno civil detallando lo ocurrido: “Primeras horas de la noche de ayer ocurrió incendio balneario Toja quedando reducido a cenizas casa baños moderna y pensión Mestre antigua. Según huellas incendio prodújose intencionadamente. Detallo ocurrido por correo. Doy conocimiento Juez Instrucción” Desde aquel momento el juez instructor de Cambados y el Teniente Fiscal de la Audiencia buscarían los culpables de aquel desastre. Aquella terrible noche de otoño, la villa de O Grove fue llegando en dornas surcando el mar hasta el lugar de A Vía, vararon unos en la playa y atravesaron la isla hasta los pies del balneario. Otras probablemente llegaron a través del muelle viejo (Muelle del hotel Louxo) y con lo que pudieron, intentaron sofocar el incendio con el agua del mar. Los edificios construidos a principios de la década de 1880 eran pasto de las llamas que se propagaban descontroladamente y aún , a pesar de los esfuerzos de la población, gran parte del establecimiento quedaría reducido a cenizas. Tres días más tarde, las autoridades confirmaban que el incendio había sido totalmente intencionado pues, en diferentes puntos del establecimiento, se habían hallado pruebas incriminatorias da quema: pedazos de esponjas empapadas en petróleo se descubrieron por el entorno al lado de cerillas quemadas, el edificio llamado Casa Blanca con las ventanas parcialmente calcinadas, estaban asperjadas con el mismo líquido inflamable y el hecho de que el fuego hiciera su presencia en tres edificios distanciados unos de otros, llevó claramente a la conclusión de que el siniestro no era casual ni motivado por un accidente. La inmediata colaboración de los mecos impidió que el resto del balneario fuera pasto de las llamas quedando reducido solamente a las construcciones que habían sido incendiadas premeditadamente. En la localidad aquel incidente lo atribuían a una venganza personal contra la familia de los Mestre y Solá pues no era entendible, como habiendo más edificios y propietarios, solamente habían estado afectados los suyos. Dos de las construcciones quemadas se hallaban a una distancia de cien metros una de la otra, y la tercera ubicada enfrente de la pensión como almacén de ropas durante el invierno, no había llegado a arder milagrosamente. Era el edificio de hospedaje Casa Blanca. El fuego redujo totalmente a cenizas el edificio destinado a los baños, lo que afectó seriamente a las pilas de mármol del establecimiento. Su director médico, Vicente García Millán, escribía en la memoria balnearia de 1899 que “gracias a los prontos auxilios enviados de O Grove, pudo sofocarse el siniestro, pero no sin que hubiera que lamentar pérdidas materiales de relativa cuantía. Pongo entre ellas, como una de las más sensibles el cuarteamento, por efecto del calor, de las quince hermosas pilas, labradas cada una en una sola pieza de mármol de Carrara, que eran gala del establecimiento de baños, y que quedaron completamente inútiles.” El balneario antiguo de madera, había sido devorado por las llamas y reducido a cenizas dejando en el espacio que ocupaba un imagen siniestra y desvencellada en la que se alzaban en pie, sobre un amasijo de madera quemada, las pilas rotas del mármol blanco de Carrara. Una pérdida patrimonial importante de unas bañeras que hoy serían piezas de museo. ¿Quién lo incendió? ¿Cual fue la razón? quizás la explicación habría que procurarla unos meses antes, en el verano de 1899… pero eso ya es parte de otro capítulo.